Coincidí con Jordi Mitjà hace muchos años. Él era un joven creador y yo trabajaba como técnica de vídeo en un centro de creación artística de Barcelona. En aquella época, la edición de vídeo implicaba muchas, muchas horas de espera. Entre “render y render”, recuerdo que charlábamos y reíamos mucho. Jordi siempre llevaba consigo, no solo en formato audiovisual, diversos personajes con los que tejía sus historias, muchas de ellas, o casi todas, ligadas al Empordà, una tierra agreste y austera y, después de visualizar largas horas de material de archivo de Jordi, para mí, misteriosa.

El tiempo y las circunstancias, como suele pasar, hicieron que nos separáramos. Mi relación con el arte es puramente de espectadora; Jordi, en cambio, ha seguido creciendo junto con su obra, y ha sido aquí, en Girona, la ciudad en la que vivo y trabajo desde hace tres años, donde nos hemos vuelto a encontrar, y donde su obra y su interés por las historias y las transformaciones del territorio adquieren una nueva forma.

La transformación del Barri Vell y el cambio socioeconómico

El Barri Vell de Girona ha experimentado una evolución impactante durante las últimas décadas, transformándose en un espacio más revalorizado y sofisticado, con un precio por metro cuadrado que hoy en día ronda los 3.700 €/m² y un aumento del 5,7% en el último año. Esta transformación refleja no solo un cambio en el paisaje urbano, sino también en el alma cultural del barrio.

La exposición Infralocus, comisariada por Eudald Camps y Jordi Mitjà, hace una reflexión crítica sobre los efectos del proceso de gentrificación que comenzó en los años 80. La muestra explora cómo la llegada de nuevos residentes y turistas ha modificado el espacio cultural y social del Barri Vell, un lugar que antes acogía comunidades de artistas y espacios de creación independiente.

Estas transformaciones no solo afectan el valor inmobiliario, sino también la vida y la cultura del barrio. Antes, el Barri Vell era un escenario de experimentación artística, de espacios de creación libres, como la calle dels Torrats, hoy convertida en una zona de interés turístico y comercial. Los cambios socioeconómicos reflejados en estos precios revelan cómo Girona ha abrazado nuevas dinámicas urbanas, aunque conserva, en gestos como la restauración del mural de la calle dels Torrats, una conexión con el vibrante pasado del barrio. Este mural, recuperado por los artistas Pep Admetlla y Jordi Amagat dentro del contexto de la exposición, mantiene viva la memoria de una ciudad en transformación, que intenta conservar su esencia en un entorno cada vez más adaptado a las nuevas realidades urbanísticas y económicas. Y, sobre todo, nos recuerda que, pese a los cambios, Girona mantiene raíces profundas en la creatividad y la cultura alternativa.

Girona, octubre 2024

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